DE VEZ EN CUANDO MEDITO

Suele pasar, estas tan tranquilo dedicado a la meditación cuando empieza a hacer vuelos un moscón alrededor de los ojazos, le lanzas un puñetazo y se escapa, sigues meditando, al rato te llaman al móvil, ni puto caso, intentas volver a la meditación trascendental, te concentras, pasa un bombón delante de los ojazos, te desconcentras del todo, te levantas como un resorte, le haces el saludo militar a pie firme, te suelta una sonrisa, se va, te sientas, te jodió la tarde, ya no te concentras.

Das vueltas alrededor de tu banco en el parque, te sientas, pasa un ángel disfrazado de mujer, la guiño uno de los dos ojazos, me devuelve el cumplido con un beso, me lanzo, pego un traspiés y me esmorro (que mal habla el burro), el ángel me levanta, me acaricia y se acabaron mis males, la abrazo como señal de agradecimiento y me renace algún instrumento que creía ya inservible, me da la mano, paseamos, la arboleda nos abre camino y nos deja el perfume de la naturaleza en estado puro, vemos un riachuelo y a su orilla nos sentamos.

Mirando sus ojos le cuento parte de mi vida, esa que acaba de empezar, le digo que sé que ha venido a guiar mi ceguera por el camino de la ilusión, que me ha devuelto las ganas de vivir ya perdidas en la inmensidad de los días que se fueron, que me siento el niño que descubre a cada momento, me fijo en el agua que tranquila va a buscar su destino, me fijo en los pájaros que en el nido aman y son amados, me fijo en esos ojos que me dejan ver su alma, y rebosa alegría, la que me transmite, me tumbo y miro al cielo de donde ella viene y veo a las nubes pasar, a todas menos una, la mía que me espera, y beso su mano que me ofrece, y beso su boca que se abre para enseñarme un mundo desconocido para mí.

Abro los ojos, se esfumó, pero confieso que ha valido la pena vivir… por un beso.

Saudades – 2014