EL PASEO

August Macke

Estaba muy concurrido, eran esas horas del atardecer cuando el sol se empezaba a marchar a otras tierras para seguir haciendo lo que sabe, dar luz y calor y a nosotros nos dejaba sus últimos rayos cuando todos salen de su escondite entre paredes para dar ese paseo de atardecer, unos de la mano y otros en su soledad, como yo, y lo hago por la libertad que me concede el ir a mi paso, no al de otra, de pararme cuando me apetece a observar un pajarillo, o esa nube vecina de la mía o ensimismarme en mis pensamientos sin tener que compartir conversaciones que no me dicen nada.

Me senté en un banco, saqué un cuadernillo y un lápiz y me puse a hacer bocetos de una fuente rodeada de árboles, de esa mujer y que tanto atrajo mi atención que acababa de pasar, de algunas cosas que se movían o estaban estáticas a mi alrededor y escribí algunas letras, algunas palabras como Ilusión, como Soledad, como Amor, como Incomprensión, como falta de Cultura, como Desamor, como Usura, como Injusticia, como Hambre.

Cerré el cuaderno, intenté hacer algo y vi pasar a una señora anciana que me miró con una sonrisa y le dije si podía pasear con ella a lo que accedió y paseamos y hablamos, y hablamos y paseamos y nos sentamos en un banco el cual escuchó parte de su vida y también escucho algo de la mía, nos levantamos y la acompañé a la puerta de su casa y la dije que me había regalado sabiduría, también me regaló una sonrisa.

Seguí camino, la casa y sus habitantes me esperaban, saqué el cuaderno y escribí estas sencillas palabras, resumen de una tarde cualquiera.

             Saudades