En la calle del
León madrileña, Cervantes lucha contra la muerte con verdadero coraje. Los
síntomas más evidentes son arterioesclerosis y problemas cardiacos. Varias
teorías pretenden acertar en el diagnóstico de la enfermedad que pudo más que
los arcabuzazos de Lepanto y los azotes argelinos. Los físicos de la época
diagnosticaron hidropesía, atendiendo al síntoma de continua sed que padecía el
escritor. La enfermedad debía ser diabetes, dolencia que no fue descubierta
hasta la primera mitad del siglo XX.
Lo cierto es
que Cervantes, a sus sesenta y ocho años, siente que disminuyen sus fuerzas día
a día, pero todavía tiene coraje para cumplir la promesa hecha al conde de
Lemos de terminar los trabajos de Persiles y Segismunda que, efectivamente,
acaba en las primeras semanas de marzo de 1616.
Miguel vive con
su mujer y dedica su tiempo a corregir y pulir su última novela, porque
presentía que esta obra era algo así como el canto del cisne. Sale poco, camina
despacio y cansino por las laberínticas calles de su barrio madrileño, se reúne
con gentes de letras y de la farándula, y está en contacto con su nuevo editor
Villarroel. También acude con frecuencia a misa en la iglesia de las
Trinitarias.
En estas
jornadas, que sabía las últimas, conversa sobre todo con el escribano Martínez,
dueño de la casa donde vivía. Hace balance de su vida, recuerda tiempos pasados
con la natural añoranza y lee a su amigo los nuevos capítulos del Persiles,
verdadera filigrana nacida de su potente imaginación. Esta novela tan rica de
peripecias muestra claramente la prisa del escritor por acabarla. Acortándola
ostensiblemente, la termina y comienza a redactar el prólogo.
En
una carta del escritor a su benefactor, don Bernardo de Sandoval y Rojas,
confiesa la proximidad del fin con estas palabras: "...pero el fin tanto
arrecia que creo que acabará conmigo". Fiel a su espíritu creyente, decide
profesar en la Orden Tercera de San Francisco, a la que él y su mujer ya
pertenecían como simples cofrades; y un día 2 de abril, el último abril de su
vida, se lleva a cabo el piadoso acto en el que intervinieron el sacerdote
Francisco Martínez y su padre el escribano. En el acta que se redactó consta
que "...profesó en su casa por estar enfermo el hermano Miguel de
Cervantes".
Tras esta
profesión que dejaría su espíritu confortado, la vida sigue pareciéndole
importante y bella. En su afán de agarrarse a ella, toma la decisión de ir a
Esquivias, porque si durante tantos años la villa toledana había sido el alto
en el fatigoso camino de su ajetreada existencia, ahora, en su deseo de
recobrar las fuerzas, es una esperanza de remedio contra el mal que le tiene
esquelético y desfallecido.
Pero todo fue
en vano. El viaje resultó agotador y, una vez en Esquivias, apenas pudo ver el
familiar y amado paisaje de sus viñas, ni el sol vivificador de aquella
primavera manchega, pues tuvo que permanecer en cama.
Regresa a
Madrid y, según él mismo nos cuenta en el prólogo de Persiles, se encontró con
un estudiante pardal que acompañó el ritmo de su caballería al de la de
Cervantes y que, enterado del nombre de aquel caballero flaco y enfermo,
enfervorizado le dedicó grandes alabanzas: "Este
es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y, finalmente el regocijo
de las musas". Enterado también de los males que aquejaban a Miguel,
diagnostica hidropesía y le aconseja no beber porque su sed no se saciará ni
con "toda el agua del mar Océano que
dulcemente bebiese". Cervantes es un sediento en su larga agonía, como
lo fue de comprensión y justicia durante toda su vida.
El malestar
aumenta. Sigue escribiendo con dificultad el prólogo de Persiles, pero la pluma
se mantiene firme en la mano que traza aquellas admirables palabras: "Adiós gracias, adiós donaires, adiós
regocijados amigos que yo me voy muriendo...". Se va agotando en los
días siguientes. Ya ni siquiera siente sed. Quienes le rodean ven que el fin es
inminente y requieren a la familia de los caseros para que el escribano
Martínez redacte el testamento y su hijo el sacerdote le administre los últimos
sacramentos.
Se
produce una escena semejante a aquella otra que él creó poniendo en boca de Don
Quijote: "Yo, señores, siento que me
voy muriendo a toda prisa, dejénse burlas aparte y tráiganme un confesor que me
confiese y un escribano que haga mi testamento...".
Puestas las
cosas en orden, las que atañen a esta vida y a la otra, el enfermo aún tiene
fuerzas para pedir pluma y papel. Se había propuesto que su última obra llevase
la dedicatoria al conde de Lemos y no está dispuesto a morir antes de hacerlo. Glosando
unas coplas populares, escribe:
"Puesto ya
el pie en el estribo
con las ansias
de la muerte,
gran señor,
ésta te escribo."
Durante toda su
vida Cervantes fue un humorista y como tal se enfrentó con la muerte: "...el tiempo es breve, las ansias
crecen, las esperanzas menguan...". Efectivamente, los segundos se
escapan de las manos, pero no se siente abatido; todavía no abandona la idea de
escribir la continuación de La Galatea y otras obras. La dedicatoria termina
con la fecha: "De Madrid a diez y
nueve de abril de mil seiscientos diez y seis", y a continuación su
firma, la última. Muchos años ricos en vivencias han transcurrido desde el
primer nombre garabateado sobre un papel allá en Córdoba, y éste último trazado
en la agonía.
No sabemos los pensamientos
que cruzarán por la mente del moribundo, pero tal vez pensó en las palabras del
hidalgo manchego: "Señores, vámonos
poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño".
Nidos y pájaros soñados, ilusiones que no se han ido del todo, puesto que él
esperó siempre, realidades tristes que acongojaron su vida. Todo estaba allí en
los últimos momentos como estaban su mujer, su hija y su sobrina Constanza, el
escribano y su hijo el sacerdote.
Cervantes es ya
la misma estampa de Don Quijote. El escritor incorporado en la cama se ahoga.
Es el 23 de abril de 1616; el llanto de quienes le acompañan indica que todo ha
terminado. Es amortajado por los hermanos terciarios de San Francisco y
emprende su último camino a manos de los cofrades de la Orden, que dejan su
cara descubierta como es costumbre en dicha institución.
Francisco de
Urbina dedicó "A Miguel de Cervantes, insigne y cristiano ingenio de
nuestros tiempos, a quien llevaron los Terceros de San Francisco a enterrar con
la cara descubierta, como a Tercero que era", el siguiente epitafio:
"Caminante,
el peregrino
Cervantes aquí
se encierra:
su cuerpo cubre
la tierra,
no su nombre,
que es divino.
En fin, hizo su
camino;
pero su fama no
es muerta,
ni sus obras,
prenda cierta
de que pudo a
la partida
desde ésta a la
eterna vida,
ir la cara
descubierta."
Va por usted maestro de maestros.
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Un escritor que dejó un gran legado, único y genuino.
ResponderEliminarUna pincelada de cariño para ti.
Un legado que le agradecemos.
EliminarUn cariñoso abrazo,
Estupenda entrada, estupendo el homenaje
ResponderEliminarme quito mi pamela ante usted "maestro"
un beso y un abrazo """
Se va a enterar MaRía por llamarme maestrillo, para MAESTRO Don Miguel, ese si es único.
EliminarBesos aprendices
Qué pasada de texto, muy completo. Me has traído recuerdos de mi infancia cuando me estudié la vida de este escritor.
ResponderEliminarUn abrazo!
Recuerdos que nos vienen a todos ante ese gran escritor.
EliminarAbrazos,
Me ha encantado leerte.
ResponderEliminarMarcos cuando se habla de un genio todo es fácil
EliminarMi querido Ricardo!!!!
ResponderEliminarImpresionante entrada!!!!, qué bien la has escrito, me ha gustado muchísimo!! saber de sus últimos momentos, de querer cumplir su promesa de terminar Persiles, de continuar con su humor y su alegría de vivir, de escribir y estar con los suyos, inagotable hasta el último instante.
Muchas gracias cariño por mostrarnos a este Gran Maestro de las Letras y la Vida, que siempre lo será!!!!!
Un enorrrrme abrazo, con mucho cariño!!!!
Estrella estos pequeños granos es poco para hablar del más grande de las letras a nivel mundial, todos los pequeños homenajes son poco y más cuando un grupo de estafadores mal llamados nacionalistas le quieren quitar la autoría del Quijote.
EliminarUn cariñoso abrazo,
Hola, Sau.
ResponderEliminarExtraordinario post. Me uno a tu homenaje porque, a pesar de los homenajes que se le hicieron, se le hacen y se le harán, nunca serán demasiados.
Sau, ¡qué frío hace ya en Madrid!, ya tenemos el invierno en los huesos y la Navidad en las calles... Espero que disfrutes en estos días.
Un besazo muy grande, bonito.
Towanda es cierto, todo es poco para el más grande y la verdad es que realmente no le damos la importancia que tiene, el problema es que es español.
EliminarY si que hace frío, yo estoy con un catarrazo, y con "moquillo" y eso que siempre he preferido el frío a la caló de los madriles en verano, raro que es uno.
Muchos besos a dos cielos.
El fue y será por siempre el SEÑOR de la novela cumbre de la literatura en lengua española.
ResponderEliminarGracias Ricardo , por tan merecido homenaje !
Cariños amigo.
Emy entre tantos y tan buenos escritores como ha dado la lengua española a ambos lados del Atlántico este es el faro que los ilumina a todos.
EliminarUn cariñoso abrazo,
Hola Ricardo, gran homenaje le haces a como bien dices maestro de maestros Cervantes, me ha gustado mucho leer lo que nos dejas ya que no tenia ni idea de nada de lo que nos cuentas, y como se suele decir, murió con las botas puestas, con la pluma entre sus manos hasta el ultimo momento, gracias por compartirlo con nosotros y ilustrarnos un poquito mas:)
ResponderEliminarBesos.
Pilar aún le faltó tiempo para seguir escribiendo todo lo que le bullía dentro pero aún así nos dejó el mejor regalo que ha dado la literatura universal.
EliminarBesos,
Hermoso, Sau. Y entrañable. Lo que más me ha conmovido es su lento declive hasta acabar larguirucho y flaco como el bueno de Don Quijote. Los dos amaban la aventura y sacrificaron aspectos de su vida en la búsqueda de sus ideales. Me gusta pensar que igual no eran tan distintos después de todo.
ResponderEliminarGracias, Sau, por una crónica excelsa. Un beso
Mere la pena es todo lo que se dejó en el tintero, la guadaña no dejó que nos legara tantas historias como se cocían en su interior, por eso debemos aprovechar todo el tiempo que nos queda.
EliminarYo espero con ilusión un libro dedicado de una gran escritora, tan llena de imaginación.
Besos,
Hermoso homenaje en recuerdo de uno de nuestros más grande entre los grandes . Caballero, poeta, filósofo, humorista , genial , mente privilegiada y clara , puro sentimiento ... en Cervantes se mezcla todo para dar paso a la maravilla de nuestra imaginación . Nos dejó un legado que creo que nunca terminaremos de conocer . Admiro profundamente todo lo que a él se refiere y todo cuanto de él aprendemos , nunca pasará porque es inmortal como toda su Obra .
ResponderEliminarMe ha encantado , querido Sau ! Un abrazo grande
Charo es tan grande su legado que solo espero que las nuevas generaciones no lo dejen perderse en el olvido, fue una mente muy privilegiada y además vivió mucho, muchos sinsabores y aventuras militares y supo dejarnos obras imperecederas como lo fue él, un adelantado a cualquier tiempo que le tocara vivir.
EliminarSe nota mucho tu cálida ausencia pero sabemos que tus alumnos llenan tu tiempo, solo nos queda esperarte.
Un cariñoso abrazo,