Pues ella es… un pedazo de trozo de cielo, la vi por la calle le dije un requiebro y detrás de mi salió corriendo, me escondí en un portal, me echó la portera y allí me quedé, tirao en la acera, me cogió de la pechera, me arreó un beso tornillo… me faltaba el aire, me vi en las nubes volando y volando y todo por ná, sólo por un beso.
Me planté bien plantao, mis manos en su cintura, apreté, la cimbreé y le di uno que había visto en una película, se me desmayó con mis manos en su cintura y los ojos se le quedaron en blanco a la jodía.
Saqué el libro de primeros auxilios, ojeé un ratejo y entre sus páginas descubrí:
“En los casos en que se queda traspuesta después de un ósculo, lo mejor es endiñarle el mismo veneno, para contrarrestar los efectos”
La cogí en mis brazos como se coge a un bebé, le quité la pelambrera que le cubrían los ojos en blanco, le tapé los labios con un ósculo a la remanguillé… revivió, me cogió por banda, me acunó, me mordió el cuello, la espalda, me bajó lo que se tiene que bajar, me subió la temperatura y alguna otra cosa, yo me dejaba, me dejaba, me dejaba ir como quien no quiere la cosa, son “cosas” que ocurren frecuentemente.
Ayer precisamente, bla, bla, bla…
¡Fantasmón….!!!!
Y mis manos en tu cintura… / pero mírame con dulzor… / porque tendrás la ventura… /
PD.- En un lugar recóndito, profundo, vive, mejor vegeta, un pelenguendanga llamado Saudades, la soledad le tiene trastornao, pero es inofensivo, se cuenta que nunca ha mordido a nadie, tampoco ladra, eso sí, ronca como un león satisfecho.
Jajajajajaaj ¡pero qué bien supiste aplicar el libro de primeros auxilios! ¡y con tan solo una ojeada!
ResponderEliminarMuy buena esta entrada, me ha hecho reir este Saudades en esta mañana de Lunes, y es que tiene una gracia este loquito... la "mar de salá".