CONFESIONES A LA LUNA

Se ve por el horizonte galopando a Stradivarius, encima el tipo de siempre dando saltos en la silla que le viene demasiado grande, detrás una polvareda delata su paso y delante el largo camino, al norte, siempre mirando al norte y dejando atrás muchos recuerdos, aunque estos últimos quedaron enterrados en pequeñas historias que se fueron. Hacen un alto en el camino para beber y descansar junto al río, el jinete del culo dolorido se tumba a la sombra de un árbol y hace lo que sabe hacer, roncar, la tarde está en su apogeo y Stradivarius mordisquea la hierba fresca. El río serpentea  entre laderas de montañas mientras los ocres y sepias se van apoderando del paisaje, poco a poco el otoño hará notar su presencia inundando de melancolía a los que vieron marchar el verano pero al del culo dolorido es la estación que le gusta, esa en la que sentado en una piedra en mitad de las montañas le hace escribir de lo que no sabe y soñar de lo que no ha vivido. Emprenden la marcha, el próximo refugio aún queda lejos y tienen que llegar antes de que anochezca. Ahora el camino se hace más tortuoso y empinado pero Stradivarius sabe perfectamente cuál es su cometido que no es otro que llevar a buen puerto al paquete que lleva encima. Y llegan al refugio, está vacío ahora que aún no es época de montañeros y se preparan a pasar la noche, Stradivarius a resguardo del relente de la noche y el paquete se sienta a la puerta, saca un cigarrillo, lo enciende y compara ese pequeño chisporroteo con la inmensidad de las estrellas que le hacen continuos guiños y se ve más pequeño todavía, ve que apenas es un soplo, un suspiro, un simple grano de arena que hace miles de años fue una enorme piedra, saca su cuaderno de notas y escribe: El silencio y la inmensidad me rodean y no soy quién para mancillar el momento, me mira la luna como yo la estoy viendo y le hablo de sueños que nunca se cumplieron, le hablo de amores que se fueron diluyendo, de mujeres y compañeros que dejaron historias que no recogerán los libros venideros, le hablé de tantos amaneceres cuando ella se marchaba a vivir en sueños, de tantas vidas que se fueron mientras otras están viniendo, le hablé de ti, compañera de muchas noches y de aquella dama  de tantos y tantos sueños, ... Le hablé de los que no tienen ni una cama donde recoger sus huesos y de los que no encuentran el pan que pide a gritos su cuerpo. Saudades - 2012

  

Se ve por el horizonte galopando a Stradivarius, encima el tipo de siempre dando saltos en la silla que le viene demasiado grande, detrás una polvareda delata su paso y delante el largo camino, al norte, siempre mirando al norte y dejando atrás muchos recuerdos, aunque estos últimos quedaron enterrados en pequeñas historias que se fueron.

Hacen un alto en el camino para beber y descansar junto al río, el jinete del culo dolorido se tumba a la sombra de un árbol y hace lo que sabe hacer, roncar, la tarde está en su apogeo y Stradivarius mordisquea la hierba fresca. El río serpentea  entre laderas de montañas mientras los ocres y sepias se van apoderando del paisaje, poco a poco el otoño hará notar su presencia inundando de melancolía a los que vieron marchar el verano pero al del culo dolorido es la estación que le gusta, esa en la que sentado en una piedra en mitad de las montañas le hace escribir de lo que no sabe y soñar de lo que no ha vivido.

Emprenden la marcha, el próximo refugio aún queda lejos y tienen que llegar antes de que anochezca. Ahora el camino se hace más tortuoso y empinado pero Stradivarius sabe perfectamente cuál es su cometido que no es otro que llevar a buen puerto al paquete que lleva encima. Y llegan al refugio, está vacío ahora que aún no es época de montañeros y se preparan a pasar la noche, Stradivarius a resguardo del relente de la noche y el paquete se sienta a la puerta, saca un cigarrillo, lo enciende y compara ese pequeño chisporroteo con la inmensidad de las estrellas que le hacen continuos guiños y se ve más pequeño todavía, ve que apenas es un soplo, un suspiro, un simple grano de arena que hace miles de años fue una enorme piedra, saca su cuaderno de notas y escribe:

El silencio y la inmensidad me rodean

y no soy quién para mancillar el momento,

me mira la luna como yo la estoy viendo

y le hablo de sueños que nunca se cumplieron,

le hablo de amores que se fueron diluyendo,

de mujeres y compañeros que dejaron historias

que no recogerán los libros venideros,

le hablé de tantos amaneceres

cuando ella se marchaba a vivir en sueños,

de tantas vidas que se fueron

mientras otras están viniendo,

le hablé de ti, compañera de muchas noches

y de aquella dama  de tantos y tantos sueños,

...

Le hablé de los que no tienen ni una cama donde recoger sus huesos

y de los que no encuentran el pan que pide a gritos su cuerpo.

Saudades - 2012