Franz Marc Erase una vez un potrillo al que su madre le abandonó a su suerte desde muy joven, le echaron de la manada por no tener alimento para tantas bocas, la sequía parecía no terminar nunca y tuvo que ingeniárselas, junto a otros potrillos en las mismas condiciones, para sobrevivir por sus propios medios. Recorrió muchas tierras, muchos países y conoció a otros animales de su especie, pero no fue bien recibido en ningún lugar, conoció a muchas personas, de lejos, y padeció fríos intensos, sed, hambre y muchas penalidades, pero él seguía adelante siempre mirando al horizonte sin saber qué o quién estaba detrás. Poco a poco, con las penurias, se hizo mayor, se hizo caballo. Una mañana, y junto a un río se encontró una humilde casa solitaria, la única que se divisaba en todo el horizonte, y en ella, en la entrada, estaba un niño jugando en un columpio, el cual, al verle, corrió a su encuentro y sin pensarlo dos veces abrazó con cariño la cabeza de ese recién llegado, así quedó sellado un pacto que duraría eternamente, con esa eternidad de los seres vivos. La acogida de toda la familia fue muy cariñosa y desde aquél día nunca más estuvo sólo, ni él ni su primer y único amigo, su ángel salvador. Y así se llamaba el niño, Salvador, y bautizó al caballo con el nombre de “Libertad”, de esta manera nuestro amigo, el caballo, encontró lo que no le pudieron dar los suyos, amor, paz y el calor de un hogar. Hoy día el niño ya es un hombre, casado y con hijos, el caballo Libertad ya se encuentra un poco viejito, pero nunca, nunca, le ha faltado el calor y los cuidados de su amigo Salvador. Ahora le lleva a dar pequeños paseos, recordando los dos cuántas praderas recorrieron, cuántos caminos unidos, cuántos horizontes nuevos descubrieron. Y es seguro que dentro de muchos años, muchos, los dos seguirán, caballo y jinete, galopando por todas las sendas y praderas del cielo, igual que hicieron en su paso por la tierra, y es también seguro que los ángeles disfrutarán contemplando al caballo y al jinete trotando por esos mundos de Dios, esos caminos de luz y libertad. Saudades (Dedicado a una gran amiga de los animales, Aida) |
Quiero hacer de este rincón un puerto al abrigo de las tempestades que nos rodean, para los sentimientos que nacen del alma, para el humor a veces tan necesario y para todo lo que a nuestro alrededor de una o de otra forma nos afecta. Quiero aclarar que las fotos que ilustran los artículos en su mayoria no son mías, si algún autor así me lo indica, las retiro. Saudades
domingo, 5 de febrero de 2012
AQUÉL CABALLO LLAMADO "LIBERTAD"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hermoso relato Ricardo!!
ResponderEliminarTu amiga quedará contenta.
Nunca debemos sentirnos solos,procuremos ir hacia donde nos llegue el cariño y el amor,siempre hay que buscarlo,aunque cueste encontrarlo.
Y el amor fiel de los animales,es un ejemplo a seguir.
Un abrazo,guapetón!!
Bonito cuento, como en la vida real fué costoso encontrar a un verdadero amigo y una "familía" pero al fin su empeño tuvo recompensa y todos salieron ganando.
ResponderEliminarUnha aperta.
Ricardo, qué hermoso, qué bien describes la dureza del camino hasta encontrar un lugar en el sientas que por fin has llegado, que estás en casa, me identifico un poco con ese potrillo que crece buscando su lugar, siempre me identifiqué con el patito feo. mi cuento preferido, este me recuerda a mi niñez también. Pero yo aún no he encontrado mi lugar... casi perdí ya la esperanza y relatos como el tuyo me ayudan a recuperarla.
ResponderEliminarUn beso.
Me has recordado a "Platero y yo" de Juan Ramó Jimenez.
ResponderEliminarA mi también me encantan los animales´.Tengo una perrita y una cotorra.me encanta este relato, destila mucho calor humano.
Por cierto muchísimas gracias por tus palabras me has abrumado, y me has hecho sentir muy grande .
Un gran abrazo.
Ya quisiera yo ver esos caminos de luz y verdad. Lo veo dificil que los veamos
ResponderEliminarUn abrazo
Que hermosa historia! Me dió mucha ternura leerte, te felicito por tanta creatividad.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo enorme.
Nunca entenderé a las personas que hacen sufrir a los animales. Siempre he creído que tienen sentimientos porque nos lo están demostrando continuamente, mucho mas que nosotros a ellos, no son rencorosos. Me alegro que por fin el potrillo encontrara su lugar y Salvador también. Hay gente que no lo encuentra nunca pero porque no quiere buscarlo. Un relato entrañable, como tu. Un bessito
ResponderEliminarQue hermosa historia: El "Salvador" de la LIBERTAD
ResponderEliminarSeguro seguiran juntos para siempre
Un abrazo
Me recordaste al patito feo. Al final siempre aparece una mano amiga...
ResponderEliminarBonito cuento
Besos
Que historia más linda amigo Ricardo, una amistad así sin más que el tú y el yo, son los mejores lazos de dos entrañables y grandes amigos. Dicen que al final se encuentra de lo que has carecido o se te ha negado, pero a veces lo dudo otras tengo fe y esperanza en encontrarlos. Este relato me da ilusiones de algún día poder conseguir mis sueños, gracias de corazón.
ResponderEliminarUn beso enorme allá en esa nube que tan bien estás. Y hoy además he visitado.
Qué bonito!!!
ResponderEliminarA veces creemos que todo está perdido, pero siempre hay un rinconcito (o alguien) para darnos amor; sólo hay que tener paciencia.
Un beso Saudades
Todo está en comprender que la libertad es algo que se tiene, que se posee, no se brinda.
ResponderEliminarEs propia, personal.
Como el caballo, como la de su jinete.
Saludos.
Me gustó encontrarte.
Gracias por permitirlo.
Alicia
Creo que Aída, habrá sentido su corazón al galope con esta bellísima historia.
ResponderEliminarBesos.